Tags: Capitalism | Crisis | Europe | International | United States Dentro de cuatro días se celebrará en Bruselas el Consejo de Europa, última gran reunión antes de que a Sarkozy se le agote la presidencia. Aunque en principio no tocaba, parece que la agenda se reorganiza para tratar la crisis económica. Es una nueva oportunidad, pues, para que Zarkozy, Zapatero y compañía intenten refundar el capitalismo. Y es que, a pesar de que al salir de la cumbre del G20 en Washington el presidente francés proclamó eufórico el comienzo del siglo XXI, la verdad es que esa reunión resultó ser una enorme bofetada para los refundadores.
Los líderes reunidos en Washington entendieron que la gravedad de la situación económica mundial no admitía uno de esos comunicados frívolos que emiten normalmente y esta vez produjeron un documento con algo de sustancia. El problema para Sarkozy y Zapatero es que, más que refundar el capitalismo, el papel reafirma su confianza en la economía de libre mercado, en la globalización y en la apertura de fronteras al movimiento de mercancías y capitales. También proclama que el sistema financiero debe ser regulado (como, de hecho, ya lo es) aunque cualifica que la regulación no debe impedir el dinamismo y la innovación tan necesarias para el crecimiento.
El escrito explica que las causas de la crisis fueron tres: los errores de las entidades financieras en sus políticas de gestión de riesgo, la complejidad y opacidad de los nuevos instrumentos financieros y la mala gestión de políticos, reguladores y supervisores, incapaces de seguir el ritmo de la innovación. En la declaración final, se rechaza ese proteccionismo que tanto contribuyó a que la crisis financiera del 1929 se convirtiera en una gran depresión económica y se adopta el compromiso de no subir aranceles en los próximos 12 meses.
A partir de ahí, el documento hace toda una serie de propuestas vagas: mayor coordinación internacional de política fiscal (aunque no concreta si será en forma de reducción de impuestos o aumento del gasto público o a qué se va a dedicar dicho gasto); el rescate del sistema financiero (pero no dice si se hará con compras de bonos tóxicos o compras de acciones de bancos); mayor transparencia, más estricta supervisión y mejor –no mayor- regulación (aunque no menciona explícitamente cual). Se propone la reforma del Banco Mundial y FMI para dar más cabida a los países emergentes… aunque no queda claro a costa de quién esos países van a adquirir más poder. Yo veo muy contentos a españoles, franceses y europeos varios, pero tengo la impresión que la nueva arquitectura financiera internacional va a reflejar el hecho de que el centro económico del mundo ya no está en el Atlántico (a medio camino entre Estados Unidos y Europa) sino en el Pacífico (entre Estados Unidos y Asia).
Finalmente, la participación de España: el presidente Zapatero acudió a Washington sacando pecho y ondeando la bandera de la regulación española como ejemplo. El orgulloso presidente olvidó mencionar que, si bien la regulación evitó que la banca comprara bonos tóxicos subprime americanos, no impidió que se compraran bonos tóxicos inmobiliarios de la Costa del Sol: se estima que la deuda de las promotoras con la banca española asciende a 300.000 millones de euros (recuerden que eso es más de la mitad de todo el plan de rescate norteamericano). El sector debe pagar unos intereses de 20.000 millones de euros anuales y eso es un gran problema para la banca española porque, en la actualidad, las inmobiliarias tienen unos ingresos cercanos a… digamos… ¿cero? Es posible que en los próximos meses el presidente Zapatero se tenga que comer ese autobombo.
Además de la chulería, el discurso de Zapatero contenía aquel análisis primitivo que tanto gusta a su parroquia socialista. Ya saben, aquello de que “la crisis la ha causado la derecha y la solucionará la izquierda” y propuso limitar los salarios de los altos ejecutivos, por aquello de la injusticia y las desigualdades sociales. Kumbayá my lord. Lógicamente, todo el mundo se pegó un hartón de reír porque no hace falta haber superado el jardín de infancia para entender que la crisis financiera no se puede analizar bajo el anacrónico prisma de izquierdas y derechas. Y alguien debería explicarle al señor Presidente que cuando los expertos hablan de cambiar el sistema de remuneración no lo hacen porque los ejecutivos cobran “demasiado” sino porque crea incentivos perversos. Si un ejecutivo fuera al casino con dinero de los accionistas y, en caso de ganar, él se quedara la mitad y, en caso de perder, pagaran los accionistas, los ejecutivos se pasarían el día en el casino. Pues una cosa parecida pasa con el sistema de remuneración de verdad: cuando las cosas van bien, los ejecutivos cobran grandes bonos y cuando van mal, pagan los accionistas. Noten que el problema no es que la compensación sea demasiado alta sino que está diseñada de manera que incentiva a tomar decisiones excesivamente arriesgadas (como ir al casino), cosa que ha contribuido a generar la crisis financiera. ¿Qué quedó del discurso de Zapatero en el documento final? Pues la verdad es que… ¡nada! El documento no mencionaba el tamaño de la remuneración sino de la necesidad de alinear los incentivos. Como tenía que ser.
La próxima parada en el camino de la refundación tendrá lugar en Bruselas esta semana. Ya veremos qué pasa. De momento, los resultados de la cumbre del G20 hicieron que los que creemos en el sistema de mercado como la única vía para progresar pudiéramos respirar… un poco más tranquilos.
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