Tags: International | United States Tiene el movimiento elegante de Tiger Woods, la belleza aristocrática de Denzel Washington, la simpatía contagiosa de Michael Jordan y la destreza verbal de Martin Luther King.
Barak Obama, el primer candidato afroamericano a la presidencia de los Estados Unidos, posee un extraordinario atractivo personal que le convierte en el favorito de todas las encuestas (sobre todo las que se hacen en Europa). Ataviado siempre con un traje oscuro, una camisa blanca, una corbata roja o azul y un pin de la bandera norteamericana en la solapa... ¿Qué? ¿Un pin con la bandera Norteamericana? ¡Pero si hace unos meses Obama decía que eso de los pins era un abuso que los republicanos hacían de la bandera con objetivos partidistas y se negaba a ponerse el que le regalaron el 11 de Setiembre! ¿Cómo es que ha decidido volver a ponérselo?
Curioso. ¿No creen? De hecho, igual de curioso que toda una serie de transformaciones que el carismático candidato ha ido experimentando últimamente: hace sólo tres meses Obama era una especie de mesías de izquierdas adorado por toda la progresía del mundo (sobre todo la europea) y ahora parece que el mesías está abandonando a sus fieles y abraza posiciones más de centro liberal.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama se oponía vehementemente al tratado de libre comercio que los EEUU tienen con Canadá y México (los progres piensan que la globalización perjudica a los trabajadores de los países ricos porque se llevan los puestos de trabajo a los países pobres por lo que todo político de izquierdas debe oponerse al libre comercio). Ahora que es moderado, dice que el tratado comercial de países norteamericanos se debe cumplir y que el comercio es beneficioso para la sociedad.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama se oponía a la ley FISA (ley de espionaje e inteligencia extranjero) que pretendía perdonar a las compañías de telecomunicaciones que espiaron a ciudadanos americanos después del 11 de Setiembre. Ahora que es moderado, votará a favor de la ley.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama se comprometió a no utilizar fondos privados para financiar su campaña electoral (ya se sabe que la progresía no tolera la financiación privada de campañas electorales). Ahora que es moderado (e inmensamente rico, gracias a las donaciones privadas, dicho sea de paso), ha renegado de su promesa.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, dijo que, a diferencia de Bush, él se reuniría con todos los presidentes del mundo (incluido el iraní Almadinejad, o los hermanos Castro) “sin condiciones previas”. Ahora que es moderado, apunta que toda reunión internacional requiere una “preparación”.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama decía que los impuestos sobre la renta debían subir para financiar, entre otras cosas, una seguridad social universal. Ahora que es moderado, propone recortes impositivos “para las clases medias”.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, declaró que la ley que prohibía portar armas en Washington DC era plenamente constitucional. Ahora que es moderado y que el tribunal constitucional ha rechazado esa ley, ha declarado que la corte suprema tiene razón.
Cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama dijo que nunca podría repudiar a su pastor, el Reverendo Jeremias Wright, por más discursos racistas que pronunciara desde su púlpito. Ahora que es moderado, lo ha repudiado sin ninguna contemplación.
¡Ah! Y no nos olvidemos de lo mejor: cuando era de izquierdas hace tres meses, Obama prometió que los Estados Unidos saldrían de Iraq “16 meses después de su llegada a la presidencia”. Ahora que es moderado, dice que sólo se irán cuando “Iraq esté estabilizado y haya seguridad en todo el país”.
En sólo tres meses, el candidato Barak Obama ha experimentado un cambio copernicano. ¿A qué se debe semejante mutación? Pues una de dos: o bien ha recibido la visita iluminadora de algún arcángel que le ha hecho ver la luz… o su estrategia para alcanzar la Casa Blanca pasa por moderar sus posiciones progresistas radicales. Yo, que no soy muy dado a creer en visitas celestiales, más bien me inclino a pensar que esa cínica y alarmante falta de principios corresponde a una estrategia claramente estudiada.
Por un lado, Obama sabe que para ganar las primarias, un candidato demócrata tiene que hacer ver que es muy de izquierdas porque en las primarias sólo votan los militantes más radicales. Para ganar las elecciones generales, sin embargo, el mismo candidato tiene que moverse hacia el centro porque los votos de la izquierda los tiene ya asegurados. Es decir, los votantes radicales que le auparon hacia la candidatura creyendo que se iría de Iraq enseguida, nunca votarán a McCain por más que Obama los traicione y diga ahora que se quedará en Iraq el tiempo que haga falta; conclusión: a traicionarlos. Al no poder perder votos por la izquierda, la estrategia óptima es ir lo más a la derecha posible para poder arañar los votos de los republicanos más moderados.
Por otro lado, fíjense que los “principios” del nuevo y moderado Obama se acercan mucho a los que defiende McCain. Eso no es una casualidad: Obama piensa que, si no hay diferencias ideológicas substanciales entre los dos candidatos, los ciudadanos acabarán valorando factores personales superficiales como la simpatía, la estética o el carisma. Y claro, todo el mundo sabe que, teniendo lo mejor de Tiger Woods, Denzel Washington, Michael Jordan y Martin Luther King, en los aspectos superficiales, Obama es el más atractivo.
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