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La Vanguardia
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Tags: Catalunya | Spain Decía el liberal más importante del siglo XX, Milton Friedman, que el estado debe financiar la educación porque la educación tiene una externalidad positiva. Ejemplo de ello es la inmersión lingüística catalana que ha permitido que los hijos de los millones de inmigrantes que, durante el franquismo, vivían en guetos lingüísticos separados, se integraran a un país bilingüe. La educación permitió la integración y eso ha beneficiado a la convivencia. Y Rajoy lo sabe. Lo sabe tan bien que su programa exige a los inmigrantes musulmanes que aprendan las costumbres españolas.
Curiosamente, el PP no aplica el mismo argumento en Catalunya, donde parece existir un derecho superior: el que tienen los padres a escoger libremente la lengua de las escuelas públicas. Un derecho que, dicho sea de paso, no existe en ninguna parte del planeta: usted no tiene derecho a estudiar en francés en Estados Unidos, en español en Suecia o (señor Rajoy)… en árabe en Madrid.
¿Por qué es Catalunya distinta? La respuesta del PP es fácil: pues porque Catalunya… ¡es España! Y ese es, precisamente, el problema. El PP no entiende que Catalunya tiene una cultura, una lengua y unas costumbres distintas. O quizá sí que lo entiende, pero ha descubierto que atacar a Catalunya y a su cultura le es políticamente rentable y eso es lo que ha hecho en los últimos años. La historia alemana del siglo XX lo demuestra, sin embargo, que el coste de esa irresponsable estrategia es elevado en términos de convivencia. Por eso, no votaré al PP.
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