Tags: Catalunya | Spain En una carta dirigida al arzobispo Creichton en 1887, Lord Acton escribió una de las frases más repetidas y a la vez menos entendidas de la historia: “El poder corrompe; y el poder absoluto corrompe absolutamente”. A pesar de que Acton se refería a la iglesia católica y de que su frase se ha utilizado para describir a los reyes absolutistas, la idea de que un exceso de poder tiende a conllevar abusos sigue teniendo vigencia.
En Catalunya la mayoría de ciudadanos está gobernada por alcaldes socialistas y vive en provincias con diputaciones socialistas. El presidente de la Generalitat es socialista y, a pesar de que el govern está formado por un tripartito, la mayor parte de sus miembros son socialistas. El presidente Zapatero es socialista, todos los miembros de su gabinete son socialistas y la mayoría del congreso de los diputados es socialista. Esta gran concentración de poder hace que alrededor del 95% de los presupuestos públicos que afectan a los ciudadanos de Catalunya estén en manos de un solo partido: el socialista.
Si el partido socialista fuera una empresa, su cuota de mercado sería tan grande que el tribunal de defensa de la competencia lo obligaría a dividirse o a traspasar una parte de su enorme poder. El estado parte del supuesto correcto que una empresa que monopoliza el mercado tiende a abusar su situación privilegiada. Curiosamente, las leyes antimonopolio que protegen a los consumidores de los abusos empresariales no se aplican a los partidos políticos para proteger a los votantes y permiten la existencia de monopolios de poder como los que vivimos en Catalunya.
Los filósofos de la revolución francesa, y en particular el Barón de Montesquieu, intentaron solucionar el problema con aquello de la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El problema es que en Catalunya el legislativo (Parlament) elige al ejecutivo (Govern) por lo que ambos acaban siendo dominados por el mismo partido. Lo mismo pasa en España. En cuanto al poder judicial, es verdad que buena parte de los jueces son independientes, pero el hecho de que los votos de los magistrados de los altos organismos de la judicatura tiendan a coincidir exactamente con los de los partidos que los han nombrado, introduce sombras de duda sobre su autonomía real.
¿Y qué hay del cuarto poder? ¿No es independiente la prensa? Bien, en principio si. Pero si miras de cerca te das cuenta de que los partidos políticos hacen todo lo posible para evitarlo, especialmente cuando están en el gobierno y dirigen los medios de comunicación públicos, controlan esas subvenciones que desaparecen si se publican cosas que molestan a los mandarines, seleccionan a quién se filtran esas noticias que tanto buscan los periodistas y deciden sobre la concesión de permisos a los grupos mediáticos.
Cuando las diferentes ramas del poder, que en teoría tienen que equilibrarse y controlarse mutuamente, acaban todas en manos de los mismos, las libertades quedan amenazadas por unos señores que a veces actúan con total impunidad. Vean, si no, lo que le pasó al director de la oficina de prensa del presidente de la Generalitat, Antonio Bolaño, socialista, cuando amenazó gravemente al periodista Jordi Barbeta. ¿Qué le pasó?, se preguntarán ustedes: Pues no le pasó nada. Absolutamente nada. Y ése es el problema.
Lo que nos lleva a otra frase importante, aunque menos conocida, de Lord Acton: “Lo realmente maléfico de la democracia es la tiranía de la mayoría que gana las elecciones a través del engaño”. Durante la presente campaña electoral da la sensación de que muchos alcaldes nos engañan. O al menos eso parece si se mira el calendario de inauguraciones de estos últimos días. ¡Si! Ya sé que las obras públicas no se pueden hacer en cuatro días y que las inauguraciones no pueden ocurrir a principios de la legislatura, pero ¡ya es casualidad que todas duren exactamente cuatro años menos un mes y que se hagan todas en plena campaña electoral! ¿No será que están utilizando el dinero público para hacerse propaganda encubierta? El caso más flagrante de abuso de poder ocurre en esos municipios en los que un alcalde que sabe que no va a ser reelegido, se retira a mitad de legislatura para que su sucesor –nombrado a dedo, claro- tenga unos meses para darse a conocer ante la ciudadanía. A pesar de que este procedimiento es legal, lo cierto es que es muy poco elegante desde el punto de vista democrático porque, en esencia, consiste en regalar propaganda al nuevo alcalde con el dinero de todos. Esto es un abuso de poder y un intento de “ganar elecciones a través del engaño” cosa que, como decía Lord Acton, “es lo realmente maléfico de la democracia”.
¿Qué solución hay? Pensemos: Hmmm. Si los alcaldes hacen este tipo de ardides, es porque saben que les funciona y la gente los acaba votando. ¿Cómo hacer, pues, que abandonen estas prácticas poco elegantes? Pues hacer que dejen de funcionar: si su ustedes creen que su alcalde ha hecho una inauguración tendenciosa en los últimos cuatro meses o si su antecesor ha dimitido a mitad de legislatura nombrando a su heredero, castíguelo y vote a sus adversarios. En honor a la transparencia les diré que yo, que considero perjudiciales a todos los monopolios (los empresariales y los políticos) y que observo que los alcaldes que dimiten para beneficiar a sus sucesores con dinero del contribuyente curiosamente pertenecen todos al mismo partido (¿adivinan cual?) tengo una cosa muy clara: en estas elecciones municipales no votaré socialista.
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