Tags: Capitalism | International Que raro: en 2001, después de los escándalos de Enron y WorldCom, los expertos económicos de toda Europa inundaron los medios de comunicación con críticas al “neoliberalismo salvaje (no se olviden lo de salvaje) norteamericano” calificándolo de “capitalismo amiguista”, “economía especulativa moralmente enferma” o de “sistema depravado, plagado de empresarios egoístas que roban a trabajadores y pensionistas”. Se explicaba que los especuladores corruptos habían utilizado los hilos que mueven el lobby energético de Washington para que liberalizara la economía con el objetivo de evadir el siempre sano control público. Al otro plato de la balanza se ensalzaban los modelos europeos y, por encima de todos, el Mitbestimmung alemán caracterizado por el consenso entre empresarios, sindicatos y gobiernos que, en teoría, reducía los conflictos laborales y las huelgas que martirizaban las economías de otros países.
Es posible que este consenso sea bueno… aunque, últimamente, algunos expertos economistas alemanes lo están poniendo en duda porque resulta que los sindicalistas pueden perjudicar el progreso de la propia empresa. La razón es que ellos buscan, por encima de todo, la protección de sus (repito, sus) puestos de trabajo y el aumento de sus (insisto, sus) salarios. ¡Y es absolutamente razonable que así lo hagan! Lo que pasa es que eso puede perjudicar el crecimiento empresarial, la creación de riqueza y empleo ya que los parados, al no trabajar para VW, no pueden votar contra las decisiones que les desfavorecen. Este no es un fenómeno extraño. De hecho es tan conocido que los economistas Assar Lindbeck y Dennis Snower lo bautizaron con el nombre de “insider/outsider” para explicar que las demandas del trabajador que “está dentro” –es decir, el que ya tiene empleo- pueden acabar perjudicando los intereses de los que “están fuera”.
A la vista de todo esto, no es obvio que el sistema americano sea mejor al europeo… aunque tampoco es obvio lo contrario. Lo que está claro es que el debate sobre la superioridad de un sistema debe hacerse en términos académicos como los que he descrito y no en discusiones sobre quien es más ético. Y es que el problema de evaluar los sistemas basándose en la moralidad de los jugadores se hace obvio cuando uno se da cuenta de que en todas partes cuecen habas y resulta que el monopolio del mangoneo no lo tienen los “malignos” empresarios norteamericanos sino que todos, incluso los “benévolos” sindicalistas europeos, pueden caer en la tentación del mal.
Lo digo por el escándalo que recientemente está sacudiendo a la empresa alemana (si, si, alemana) Volkswagen (VW), símbolo por antonomasia del tan alabado sistema empresarial europeo. Resulta que los señores Helmuth Schuster, un dirigente de la filial Skoda, Klaus Volkert, jefe del comité de empresa de VW y Peter Hartz, jefe de personal, miembro del sindicato del metal, afiliado al partido socialdemócrata alemán y amigo personal de otro ex-consejero de VW, el actual canciller Gerhard Schröder (¡y luego dicen que el sistema “incestuoso” y “amiguista” es el americano!) están implicados en un escándalo de fraude, corrupción y… sexo. Se les acusa de crear una red de empresas ficticias que hacían negocios inexistentes con el fin de robar dinero a los accionistas (entre ustedes y yo, una cosa parecida pasó en Enron y WorldCom) y de sobornar a sindicalistas con derecho a voto en el consejo de VW con viajes de lujo a Brasil que incluían orgías con prostitutas.
Lo que me devuelve a la frase inicial: Que raro. Si sí, que raro que la misma prensa que se apresuró a condenar la ética empresarial de los Estados Unidos en 2001 no haya tratado el episodio alemán con la misma visceralidad. Me dirán que la caída de Enron y WorldCom perjudicó a miles de personas mientras que el escándalo de VW –todavía- no. Aunque esto sea cierto, la verdad es que lo de VW demuestra que todos los sistemas económicos pueden sufrir ante avaricia de quienes lo dirigen, sean éstos empresarios, políticos o sindicalistas. La pregunta realmente importante no es quien es moralmente superior sino cómo reacciona cada sistema ante los chorizos de turno, chorizos que parecen estar uniformemente distribuidos a ambos lados del Atlántico. En este sentido, lo único cierto es que los americanos han condenado a Bernard Ebbers de Worldcom a 25 años de cárcel y a vender todos sus bienes para pagar devolver el dinero robado y que, con toda probabilidad, Kenneth Lay de Enron seguirá el mismo camino ya que está sentado en el banquillo de los acusados con un fiscal que pide 175 años de cárcel y una multa de 6 millones de dólares. Eso contrasta con el hecho de que VW cree haber cerrado la crisis con las simples dimisiones de Schuster, Volkert y Hartz.
Con esto no quiero decir que el escándalo de VW demuestre que el sistema americano es mejor que el alemán. Ni mucho menos. Lo que sí digo es que este episodio demuestra que los que sistemáticamente critican el sistema capitalista, deberían abstenerse de darnos lecciones de ética cada vez que se produce un escándalo en Estados Unidos a no ser que quieran seguir haciendo el ridículo cuando resulta que los héroes del sistema que ellos ensalzan, traicionan a los trabajadores que les votaron a cambio de dinero. Bueno, de dinero… y de unas buenas tetas de silicona en un burdel de Río de Janeiro. Unas tetas que, dicho sea de paso, nos recuerdan que Europa es demasiado importante para que los intelectualoides progres la chapoteen con sus babas de moralina barata.
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