Tags: Africa | International ¡Ya tenemos un nuevo plan para salvar el mundo!: El pasado día 10 de Marzo y ante la indiferencia de los medios de comunicación españoles, Tony Blair presentó el esperado informe de la Comisión para África: 453 páginas repletas de datos, análisis y recomendaciones. Algunos lo han bautizado ya como el Plan Marshall para África.
El documento basa su estrategia en lo que se conoce como la trampa de la pobreza, una vieja teoría económica atribuida a un economista polaco (no polaco/catalán sino polaco de verdad) llamado Paul Rosenstein-Rodan allá por los años cincuenta: la idea es que, dado que las economías pobres sufren muchos problemas simultáneamente, atacar uno de ellos sin corregir los demás no soluciona nada. Es más, la suma de pequeñas ayudas realizadas a lo largo de muchos años (como las llevadas a cabo por la comunidad internacional durante la segunda mitad del siglo XX) no tienen efecto alguno sobre el desarrollo económico. Para salir de la trampa hace falta hacer un gran esfuerzo (un big push utilizando la jerga de expertos), aunque sea durante un corto periodo de tiempo. Y eso es lo que propone Blair: un gran esfuerzo durante los próximos 10 años por parte de gobiernos occidentales, estados africanos y organizaciones internacionales.
La principal contribución de los países occidentales debe ser económica: Actualmente la ayuda a África es de 25.000 millones de dólares por año. El plan propone aumentarla en 25.000 millones anuales durante los próximos 5 años y en 50.000 millones anuales entre 2010 y 2015. Para ello, se pide a los gobiernos que dediquen el 0,7% del PIB. Dado que los fondos se necesitan ahora y no se puede esperar a conseguir el necesario consenso político dentro de los países donantes, se intentará que los países ricos adelanten el dinero a base de pedir prestado en los mercados financieros a cuenta de los 0,7 por cientos de los futuros 30 años. Es decir, Blair pide que los países ricos donen el 0,7% de su PIB anual durante 30 años, pero quiere que se desembolse todo en la primeros 10. De esta manera se conseguirá el big push que requiere la teoría.
Además de este dinero, el Plan demanda la condonación de las deudas multilaterales que ostentan los países africanos (es decir, las que tienen con el FMI o el Banco Mundial). También pide la eliminación de los aranceles y los subsidios agrícolas con el objetivo de dejar que los productores africanos puedan acceder a nuestros lucrativos mercados en condiciones de igualdad y justicia. En cuanto a las aportaciones no económicas, los países ricos deben comprometerse a encontrar soluciones clínicas a los problemas del SIDA y la malaria y a perseguir a las empresas de sus países que utilizan el soborno y la corrupción para obtener contratos en países africanos.
A cambio de la ayuda internacional, el Plan Blair hace bien en poner deberes a los gobiernos africanos, empezando por la lucha contra la corrupción y la ineficiencia burocrática, principales responsables de la escasa inversión productiva en África. El informe también resalta –correctamente- las importantes barreras que representan la escasa educación y las pandemias del SIDA y la malaria. Para aumentar la escolarización, se demanda la garantía de acceso gratuito a la educación primaria de todos los niños y niñas del continente. En cuanto a la salud pública, los gobiernos africanos deben invertir no menos del 15% del PIB en sanidad y deben comprometerse a ayudar a los 14 millones de huérfanos del SIDA. Otros compromisos a adoptar incluyen la inversión en infraestructuras (carreteras, electricidad, puertos y aeropuertos) e irrigación (el objetivo es doblar el área cultivable) y el respeto a la democracia, los derechos humanos y la sostenibilidad medioambiental.
El tercer grupo de instituciones que deben contribuir de manera fundamental son los organismos internacionales. El informe propone resucitar el Banco Africano de Desarrollo (que hasta ahora no ha hecho nada por falta de presupuesto). A la hora de canalizar recursos económicos, humanos y tecnológicos, la comisión apuesta por el Banco Mundial, ONU y FMI, organismos a los que exige reformas importantes y un mayor esfuerzo a la hora de ayudar a los países subsaharianos. También recomienda que, de ahora en adelante, substituyan la concesión de créditos por donaciones con el objetivo de reducir futuros endeudamientos y reclama más transparencia y una mayor representatividad de los estados africanos en sus órganos de gobierno y decisión.
Después de leer las 453 páginas del informe y de escuchar el discurso de Blair, se puede decir que la Comisión para África ha hecho un buen resumen de los problemas que aquejan al continente africano. También ha hecho un gran número de propuestas que han sido bien acogidas tanto por los líderes africanos como por las organizaciones internacionales. Debemos aplaudir la decisión del primer ministro británico de liderar la lucha contra la tragedia de África, la más grande que vive el hombre en la actualidad. Es importante que el continente subsahariano esté en las agendas de nuestros líderes políticos y la cruzada de Blair es un buen paso en esa dirección. Desafortunadamente, ahí se acaban los piropos. Y es que, en mi opinión, el gran Plan Marshall para África es más de lo mismo que ya ha fracasado durante décadas y, no sólo no erradicará la pobreza del continente, sino que puede hacer que las cosas empeoren. Pero eso lo dejaré para el próximo artículo.
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