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17 June 2004
Mandamientos de la Ley de Dios
Mass media - Articles XSM
La Vanguardia
  
 

“Y entonces Dios entregó esos mandamientos diciendo: ‘Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto y te liberé de la esclavitud. 1.- Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 2.- No tomarás el nombre del Señor en falso. 3.- Recuerda el sábado para santificarlo. 4.- Honrarás a tu padre y a tu madre. 5.- No matarás. 6.- No cometerás adulterio. 7.- No robarás. 8.- No darás falso testimonio. 9.- No codiciarás la mujer de tu prójimo. 10.- No codiciarás ni la casa ni los bienes ajenos.” (Éxodo, 20:1-17).

Es curioso: por más que leo una y otra vez la lista de los 10 mandamientos, no consigo ver uno que diga “no emitirás más bióxido de carbono que en 1990” o “seguirás el tratado de Kyoto al pie de la letra”. Digo que es curioso porque un gran número de devotos del ecologismo imperante se comportan como si Kioto fuera una ley de Dios. Y es que, en muchos sentidos, el medioambientalismo se ha convertido en una especie de religión que cada vez se basa menos en el debate científico sosegado y más a condenar a la hoguera a quien se atreve a disentir. Ese es el caso, por ejemplo, del ex-militante danés de Greenpeace, Bjorn Lomborg, quien en su libro “El Ecologista Escéptico” (Espasa-Calpe) destruye convincentemente cada una de las letanías del movimiento ecologista sobre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, el hambre y la pobreza en el planeta tierra. La reacción de los líderes medioambinetalistas no fue, como habría sido de esperar, la de establecer un debate científico sobre los datos objetivos sino la condenar al hereje a la hoguera purificadora, llevando a Lomborg a los tribunales de su país acusado de deshonestidad intelectual. No hace falta decir que Lomborg ganó la partida legal.

Sin necesidad de ir tan lejos, en las páginas de La Vanguardia apareció no hace mucho un escrito de nuestro Conseller de Medi Ambient, don Salvador Milà Solsona, donde criticaba una conferencia que pronuncié yo mismo sobre el medioambientalismo (una conferencia a la que, por cierto, él no asistió). Lejos de discutir la veracidad de los datos que yo había aportado, el senyor conseller intentó desacreditarme diciendo que yo era un “destacado devoto de las doctrinas más ortodoxas del neoconservadurismo norteamericano fracción Bush” o que yo debería ser “sensible a los informes de los asesores del Pentágono”. La verdad es que yo estoy muy lejos de ser un “neoconservador” (el liberalismo está reñido con la imposición de las religiones, todas las religiones) o de dar apoyo a Bush (al que he criticado repetidamente desde estas mismas páginas). La verdad es, también, que Milá cita los informes del pentágono sin haberlos leído (porque no se han hecho públicos). Pero la verdad no es algo que importe a los fundamentalistas del ecologismo. Lo importante es el dogma, la fe y, sobre todo, la inquisición y la condena de los herejes que discrepan. Gracias, conseller, por demostrar con sus palabras lo que decía yo en mi conferencia sobre la religión del siglo XXI.

A pesar de ello, yo hubiera preferido que el conseller nos esplicara por qué cree que el tratado de Kyoto es una buena idea para Catalunya. Según el IPCC de las Naciones Unidas, si no hacemos nada la temperatura media en la tierra subirá en 2,53 grados en el año 2100, y que si aplicamos Kyoto, el aumento de temperaturas será “sólo” de 2,49 grados: una ganancia ridícula si la comparamos con los enormes costes económicos que comportará la reducción de emisiones prevista por el tratado. Esas ganancias son todavía menores si en lugar de aplicarse a nivel mundial, sólo lo hacemos los europeos (según las directrices de la UE) y éstas sólo afectan a una pequeña parte de las industrias emisoras ,básicamente la industria de la electricidad.

Hubiera preferido que nos explicara que el llamado Consenso de Copenhague ha reunido a prestigiosos sabios y científicos (que incluía a varios premios Nobel) para que hicieran un ránking de prioridades entre los grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad que incluyen la pobreza, la falta de agua potable en África, el cambio climático, la salud, la corrupción de los gobiernos, el comercio injusto, los conflictos o la emigración. Los criterios debían comparar todos los beneficios sociales, humanos (en términos de vidas) y económicos con los costes que comportaría implementar cada una de las políticas. Los sabios debían leer los artículos escritos por científicos de prestigio en cada una de las áreas. El resultado fue que primera prioridad era la lucha contra el SIDA en África, seguido por la lucha contra la malnutrición, la reducción de los aranceles agrícolas y el control de la malaria (note el lector que todos ésos son temas que hemos tratado a menudo desde estas mismas páginas). A mitad de la tabla quedaron acciones como la reducción del coste de creación de empresas (para facilitar la reducción de la pobreza en el tercer mundo) o la reducción de las barreras a la emigración. Lo más interesante de todo es que las dos acciones que debían tener menos prioridad eran las que se referían al medioambiente y al cambio climático. En particular, el tratado de Kyoto era la penúltima de una lista que cerraba la imposición de un impuesto sobre las emisiones de CO2.

Dicen que la política es el arte de priorizar, de distinguir lo importante y urgente de lo secundario y lo que puede esperar. Quizá el calentamiento global del planeta sea un problema… o quizá no. Lo que parece claro es que no es el mayor problema al que se enfrenta la humanidad y que algunas costosas políticas medioambientales no deben tener prioridad. Claro que, para ello, los sacerdotes del medioambientalismo deben entender que el tratado de Kyoto no es uno de los mandamientos de la ley de Dios.

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