Tags: Catalunya La constitución de los Estados Unidos de 1787 prohibía expresamente el impuesto sobre la renta. En 1861, al comenzar la guerra civil, el gobierno aprobó una ley que gravaba temporalmente la renta en un 3%. La excusa era que la guerra era una circunstancia excepcional que requería medidas especiales. A pesar de la promesa de temporalidad, una vez acabado el conflicto el impuesto no se abandonó. Al contrario: subió al 5%, y luego al 10% y al 15%. Los ciudadanos, enfurecidos, denunciaron al estado ante el tribunal constitucional y éste les dio la razón. Su voracidad recaudadora hizo que, lejos de darse por vencido, en 1913 el gobierno introdujera una enmienda constitucional que legalizaba el IRPF. Lógicamente, desde entonces no ha dejado de subir.
Me acordé de esto cuando oí que la Generalitat va a poner un impuesto sobre la gasolina para financiar el déficit de la sanidad. Nos dice el conseller Antoni Castells (un buen economista…aunque, a veces, los buenos economistas también se equivocan) que las circunstancias excepcionales le llevan a subir esa tasa de manera temporal. Pienso que estamos ante una mala idea.
Primero, el problema de Catalunya no es que paguemos demasiado pocos impuestos. Pagamos muchos. Lo que pasa es que, en lugar de poder utilizarlos para financiar nuestros hospitales, escuelas, pensiones o infraestructuras, el dinero desaparece en ese agujero negro llamado “Gobierno de España”. Éste lo gasta en otras regiones del reino bajo la bandera de la solidaridad, lo que le lleva a uno a preguntarse: ¿no sería solidario utilizar nuestros impuestos para pagar la atención hospitalaria a los enfermos catalanes? Pues no. Ahora resulta que debemos ser solidarios con otras regiones… y si tenemos la desfachatez de querer que nuestros ciudadanos sean atendidos, debemos poner impuestos adicionales sobre la gasolina.
¿Por qué? Pues porque todo aquello que nos dijeron antes del 14 de Marzo de que si ganaban los socialistas se solucionaría nuestro déficit fiscal gracias a la “pedagogía” que Maragall había hecho entre sus correligionarios españoles (“si gana Zapatero, gana Catalunya”, decía el lema del PSOE) era una gran farsa: Zapatero ha ganado… pero sus ministros ahora ponen excusas y nos dicen que todo aquello del déficit va para largo. Mientras tanto, nosotros a pagar más. Y, en lugar de plantar cara y exigir el cumplimiento de las promesas, el Govern de la Generalitat se baja los pantalones y nos sube los impuestos. Eso sí: dicen (sin que se les escape la risa) se trata de una medida “temporal”. Seguro. Tan temporal como la del gobierno americano durante la guerra civil.
El segundo problema es que el aumento de impuestos refleja que el PSC nos engañó durante la campaña electoral de Noviembre ya que prometió que los bajaría. Efectivamente, en la página 258 de su programa leemos que “los socialistas catalanes no apostamos por una subida de impuestos. Tampoco bajarlos porque eso implicaría una reducción de los servicios públicos. Sin embargo, eso no quiere decir que en determinados casos no se tengan que hacer reformas que impliquen una reducción (aviso a caminantes: ¡reducción!). Apostamos por mantener el nivel actual de presión fiscal. Apostamos, en definitiva, por unos impuestos más justos”.
Lo que me lleva al tercer problema: ¿Impuestos justos? ¿Es justo que una parte desproporcionada de la sanidad la paguen los ciudadanos que utilizan el coche y no los que mantienen conductas arriesgadas que aumentan el gasto sanitario (como el consumo de droga o alcohol)? ¿Es justo que los transportistas, los autónomos o los trabajadores de polígonos industriales carguen sobre sus espaldas los incumplimientos electorales del PSC i del PSOE? ¿Se han parado a pensar en las consecuencias que tendrá ese impuesto sobre las empresas (y sus trabajadores) que no van a poder repercutir el aumento de costos en los precios finales? ¿Se han dado cuenta los consellers que algunas de ellas van a tener que cerrar o “deslocalizarse” a otros países con costes menores? ¿Se han dado cuenta que la medida va a aplicarse justo en un momento en que el aumento de los precios de la energía están por las nubes, cosa que no hará más que empeorar la situación?
Cuarto, el nuevo gravamen de la gasolina representa una mala noticia porque nos demuestra que el Govern piensa (como siempre han pensado los socialistas) que la solución de los problemas es el aumento de impuestos y no la reducción del gasto. Claro que, cuando estaban en la oposición, criticaban a Jordi Pujol por gastar ineficientemente y se opusieron repetidamente a la introducción de tasas parecidas. Ahora que mandan ellos, hacen exactamente lo contrario. Lo peligroso es que, si el Govern cree que la solución pasa por subir los impuestos, ¿cuál será el siguiente paso? ¿La ecotasa? ¿Quizá la subida del IRPF?
Finalmente, es verdad que la tasa sobre la gasolina va a paliar parcialmente el déficit de la sanidad, cosa que es buena… pero también es mala. Es mala porque el aumento de recursos en la sanidad va a reducir el muy necesario incentivo a la racionalización del gasto y el ahorro. Y es mala porque la reducción del problema sanitario catalán va a disminuir el poder de negociación de Catalunya cuando ésta vaya a Madrid a pedir la reducción del déficit fiscal. “Vosotros, los catalanes, estáis mucho mejor que los extremeños o los castellano-leoneses”, dirá el ministro de turno, “y encima ¡tenéis la sanidad saneada!”, valga la redundancia. Y, una vez más, el dinero se irá de Catalunya.
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