Tags: Catalunya Lo confieso. Yo nunca he votado. Pero, dada la importancia de las elecciones del domingo, esta vez pasaré por las urnas. Vaya por delante que ni milito en ningún partido, ni formaré parte de ningún gobierno, gane quien gane.
¿A quien votaré? Pues de entrada les diré que a Pasqual Maragall no. Primero, porque no parece tener ni el entusiasmo ni la energía necesarios. El President de la Generalitat debe ser alguien que sueñe cada día con ello y no alguien a quien Felipe González deba convencer para ser candidato. Debe ser alguien que quiera dedicar los mejores años de su vida a trabajar para su país y no alguien que espere ser presidente simplemente porque “toca un cambio”. Debe ser un líder que inspire confianza y no alguien a quien los estrategas de su partido no dejan hablar por miedo a que meta la pata. Alguien que se preocupe por los “problemas del día a día” y no ser, como dice Joaquim Nadal, un “presidente presidencial”, una figura decorativa que se duerme por todas partes y que deja la gestión en manos de no se sabe quien.
Segundo, porque su campaña se basa en la crítica destructiva y alevosa. Los socialistas manipulan la verdad cuando dicen que Catalunya está a la cola de España en aspectos sociales como la sanidad y educación. Esas afirmaciones son tan esperpénticamente falsas que producen risa: si estamos a la cola, ¿cómo es que 14 de los 20 mejores hospitales de España están en Catalunya? ¿Cómo es que tenemos la segunda esperanza de vida más alta del mundo (después de Japón)? ¿O cómo es que somos el único país de Europa que escolariza el 100% de los niños de entre 3 y 6 años y donde todas las escuelas están conectadas a internet? Quien distorsiona la verdad para conseguir un puñado de votos no es digno de ser el presidente de mi país.
Tercero, no votaré a Maragall porque su “principal estrategia”, eso de hacer “pedagogía” entre sus colegas socialistas españoles para que apoyen su “federalismo asimétrico”, no funciona y no funcionará nunca. Cuando José Bono (el que sucederá a Zapatero cuando éste fracase en las próximas elecciones españolas) dice que “a Pujol la cabeza no le rige del todo” porque pide el aumento de las pensiones catalanas, demuestra claramente que el PSOE nunca aceptará la asimetría. Si a eso le añadimos que hace poco el PSC votó con el PSOE y el PP en el congreso español para impedir que la Generalitat pudiera subir las pensiones de las viudas catalanas, vemos que la pedagogía de Maragall no convence ni siquiera a los socialistas catalanes. Tanto hablar de “política social” y, a la hora de la verdad, son más leales al uniformismo del PSOE que a los jubilados de Catalunya.
Cuarto, las encuestas demuestran que el PSC no podrá gobernar sin la ayuda de los ex-comunistas de ICV. Éstos se han apresurado a poner condiciones: la revisión o eliminación de los conciertos con las escuelas privadas, la introducción de esa ecotasa que ya arruinó el turismo en las Baleares, un recargo al consumo eléctrico mientras se cierran las nucleares, el aumento desenfrenado del gasto público y, para financiarlo todo exigen, ¿cómo no?, ¡un aumento del IRPF!
Créanme. El problema de Catalunya no es que paguemos demasiado pocos impuestos o que nuestra factura de la luz necesite recargas. Es más, reducir las ayudas a las escuelas concertadas es obligar a miles de familias catalanas a pagar más por el colegio de sus hijos. Y no familias multimillonarias, no. Familias normales, como la de ustedes o la mía, que llevan a sus niños a los escolapios, los salesianos o la escuela parroquial del pueblo. Familias que no deberían ser discriminadas simplemente porque Maragall depende de los votos de una izquierda marxista trasnochada que ha desarrollado un odio visceral por todo lo privado, desde escuelas hasta hospitales pasando por empresas o pequeños negocios.
Descartado Maragall, me quedan dos opciones válidas: Josep Lluís Carod Rovira y Artur Mas (entre otras cosas, elimino a Piqué porque, según todas las encuestas, el PP será irrelevante por lo que votar Piqué es tirar el voto). La verdad es que no me importaría que Carod fuera President. Pero me da miedo que sus votos acaben dando la Generalitat a la extrema izquierda de ICV y a los socialistas españoles anticatalanes que dictan el ritmo al que baila Maragall.
Así las cosas, me queda Artur Mas. Bueno, no. Me quedan Artur Mas y la abstención. En el pasado siempre me he abstenido. Pero esta vez votaré porque Catalunya lo necesita y porque creo, sinceramente, que Artur Mas será un gran President. Ya demostró su habilidad al sacar a CIU de la crisis cuando se encontraba al borde de la escisión. Mas es un líder competente que transmite seguridad. Tiene una visión clara de lo que quiere para Catalunya y no le da miedo defenderla. Sabe que necesitamos poder administrar todos nuestros impuestos, que debemos tener la libertad de aumentar las pensiones sin tener que preguntar a sectarios manchegos. Sabe que queremos mantener y mejorar los sistemas educativos y sanitarios tradicionales de Catalunya y sabe como debemos administrar la inmigración y la justicia. De todos los candidatos, no hay duda de que Artur Mas es el que mejor va a gestionar nuestro país y el que mejor va a defender los intereses de los ciudadanos de Catalunya.
Como en el entorno de Joan Laporta en su día, alrededor de Artur Mas se respira juventud, optimismo, imaginación y muchas ganas de trabajar. Él debe ser y será el nuevo President de la Generalitat. Por eso, esta vez, votaré. Y votaré a Artur Mas.
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