Tags: International “Por entre unas matas, seguido de perros, (no diré corría), volaba un conejo. De su madriguera, salió un compañero, y le dijo, amigo: ¿qué es eso?. ¿Qué ha de ser? –responde- sin aliento llego, dos pícaros galgos, me vienen siguiendo. Sí –replica el otro- por allí los veo..., pero no son galgos. ¿Pues qué son? ¡Podencos!”.
Después de la lección que la derrota del régimen Talibán supuso para todos los gobiernos que tienen la tentación de acoger a grupos violentos, parece que el siguiente paso en la guerra contra el terrorismo es el derrocamiento de Saddam Hussein. En su último discurso ante las Naciones Unidas, el presidente Bush dijo que Saddam representa un peligro por muchas razones. Primero, porque tiene o está muy cerca de conseguir armas químicas, nucleares y biológicas. Segundo, porque ya ha demostrado que es capaz de usar dichas armas, no sólo contra sus vecinos iraníes sino también contra sus propios ciudadanos kurdos. Tercero, porque el líder iraquí es uno de los pocos que aplaudieron abiertamente los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Y cuarto, porque ha violado hasta 16 resoluciones del consejo de seguridad de las naciones unidas, incluyendo la expulsión de los inspectores de la ONU que investigaban la posible existencia de armamento nuclear en Irak. Las consiguientes sanciones económicas han sido extraordinariamente perjudiciales para su población, ya que el dictador prefirió dejar morir de hambre a miles de ciudadanos inocentes antes que dejar que los inspectores regresaran. Conducta que hace sospechar que algo esconde.
Todos esos argumentos son bien ciertos, pero la verdadera razón para buscar un cambio de gobierno en Irak es que el terrorismo islámico no se erradicará definitivamente hasta que no haya cambios en Arabia Saudita. El entorno de la infame dinastía Saúd es la principal fuente, no sólo del terrorismo islámico sino de la propaganda antioccidental y del odio a Estados Unidos esparcido por el mundo por miles de imanes radicales financiados por la familia real saudí. Y el terrorismo no se acabará hasta que no cese todo ese fundamentalismo que emana de Arabia. El problema es que el país Saudita es el principal productor mundial de petróleo y nuestras economías dependen de su preciado combustible: cualquier intervención (militar, política o económica) contra Arabia dispararía los precios del crudo y provocaría una crisis económica generalizada.
Antes de presionar a Arabia Saudita, pues, occidente debe controlar una mayor proporción de la producción mundial de petróleo. Y ahí es donde Irak juega un papel importante ya que sus reservas son las segundas más importantes del planeta. Si se consigue derrocar al tirano y se instituye un gobierno pro-occidental en Bagdad, el mundo civilizado podrá poner la presión necesaria al régimen autocrático Saudita para que deje de fomentar y financiar el terrorismo, sin peligro de que eso cause una crisis económica mundial. La intervención en Irak es necesaria, pues, pero no porque Saddam sea peligroso (que lo es), sino porque el verdadero peligro está Arabia Saudita.
La pregunta es si los Estados Unidos deberían actuar solos o, como requieren algunos gobiernos europeos, sólo deberían intervenir con la autorización de instituciones multilaterales como las Naciones Unidas. Es curioso ver como algunos países europeos demandan multilateralismo ahora. Digo que es curioso porque cuando ellos eran grandes potencias fueron responsables de las más grandes monstruosidades “unilaterales”: el exterminio de judíos por parte de alemanes o los asesinatos masivos de argelinos por parte de franceses son dos ejemplos relacionados con dos países contrarios a la actual política “unilateralista” de Washington. Ahora que esos decadentes imperios ya no pintan nada, intentan seguir teniendo influencia a base de predicar ese nuevo evangelio “multilateralista”.
Pero dejando de lado el cinismo europeo, sería bueno que los Estados Unidos buscaran el máximo apoyo internacional en la lucha contra Irak, porque una gran coalición internacional daría una mayor legitimidad ante la opinión pública del mundo árabe. Y eso sí es importante. Ahora bien, si no se consigue dicho apoyo pronto, los Estados Unidos deben actuar unilateralmente ya que el terrorismo es un peligro inminente del que nos debemos proteger, y demasiado a menudo el multilateralismo acaba siendo sinónimo de inacción. De todos es sabido que, mientras la Unión Europea discutía planes conjuntos de acción, el gobierno de la gran Serbia (otra potencia europea venida a menos) masacró las poblaciones de Bosnia y Kosovo. Y hasta que no vinieron los “unilateralistas” norteamericanos, la guerra de los Balcanes no terminó.
El problema del multilateralismo se agrava por el hecho de que algunos miembros del consejo de seguridad de las Naciones Unidas (léase Rusia, Francia y China) han estado traicionando a la comunidad internacional y han vendido armamento a Saddam Hussein por valor de 24.000 millones de dólares, armamento que éste ha financiado con el petróleo que, en teoría, le debería haber servido para comprar comida para sus hambrientos ciudadanos.
En resumen, sería bueno que el gobierno norteamericano buscara el máximo apoyo internacional contra Saddam (y así parece que lo están haciendo), pero debe impedir a toda costa que los burócratas de la ONU y los cínicos neo-multilateralistas europeos bloqueen sistemáticamente sus objetivos con interminables discusiones sobre si son galgos o son podencos.
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