Banner
21 August 2001
Gescartera: ¿Suiza, Panamá o Bahamas?
Mass media - Articles XSM
La Vanguardia
  
 

Tags: Freakonomics | Spain

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: cuando una persona negare a su prójimo lo dejado en su mano o bien robare a su prójimo, entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que robó o el depósito que se le encomendó y añadirá a ello la quinta parte en el día de su expiación. Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto y lo dará al sacerdote.” Levítico 6,1-7.

Eso era antes. Ahora que la ira de Jehová no intimida a los chorizos y que la cotización de un “carnero sin defecto” es pequeña comparada con los 20.000 millones que se pueden acumular con el viejo timo de la pirámide, quizás es necesaria la actuación de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

El timo de la pirámide se hizo famoso en 1920 cuando, Carlo Ponzi un estafador italiano afincado en Boston, dijo haber encontrado la manera de ganar dinero comprando en Europa unos cupones que se podían redimir con sellos en Estados Unidos. La diferencia de precios debido al tipo de cambio permitía, según él, ganar sustanciosas cantidades de dinero. Ponzi prometía a sus clientes una tentadora rentabilidad del 50% en 45 días. En realidad, nunca compró ni cupones ni sellos. Se limitaba a pagar a la primera ronda de inversores con el dinero de la segunda ronda de inversores. Es decir, una pirámide financiera. Pero al ver que, efectivamente, Ponzi daba un rendimiento del 50%, los clientes volvían a confiarle sus ahorros. El fiscal del distrito destapó el caso al ver que, a pesar de que el negoció subía como la espuma, la compraventa de sellos no había aumentado. ¡Craso error don Carlo! El fraude acabó arruinando a unos 10.000 clientes de la alta sociedad de Nueva Inglaterra.

La historia se repite, 81 años después, en España con el caso Gescartera. El estafador se llama Antonio Rafael Camacho quien decía haber encontrado sistemas de inversión ultra-provechosos en Estados Unidos. Prometió a sus clientes una rentabilidad fabulosa y garantizada, una tentadora oferta para los codiciosos. Unos 2.300 clientes compraron esos “depósitos estructurados de renta fija”, un burdo producto financiero inexistente que, curiosamente, no llamó la atención de la CNMV.

¿Qué hacía Gescartera, en realidad, con el dinero? Pues, lo mismo que Ponzi: una parte era para pagar a los clientes que querían recuperar su dinero –evitando así las sospechas- y el resto iba al bolsillo del timador. Una pirámide en toda regla, que se derrumbó el pasado mes de junio, cuando la CNMV exigió que se documentara el paradero del dinero. Como no existían inversiones, ¡craso error don Antonio!, se falsificaron dos certificados de depósito de La Caixa y del Santander que fueron debidamente rechazados. Y Camacho se fue directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 pesetas...pero el dinero ya había desaparecido.

Lo más extraño del caso es que pasaron los días y fueron pocos los afectados que denunciaron el timo, seguramente porque parte de su propio dinero era ilegal. Poco a poco, se fue descubriendo la cartera de clientes y resultó ser de lo más peculiar: huérfanos de la guardia civil, armada española, subsecretarios de estado, jugadores del Real Madrid, toreros, arzobispos, policías nacionales, la ONCE y el ministerio de defensa. Toda una pintoresca muestra de la sociedad española de la pandereta y el botijo en busca del dinero fácil. Para añadir al folklore, resulta que uno de los captadores de clientes era el cantante Jaime Morey, que quedó décimo en el festival de Eurovisión de 1972 con la canción “Amanece” -música de Augusto Algueró-, cuyo primer párrafo resulta premonitorio: “parece que el cielo se nubló para nosotros”. Me temo que si, don Jaime, parece que el cielo se nubló para ustedes.

Además de evocar el colorido de la España tradicional, el caso Gescartera nos recuerda dos lecciones económicas importantes. La primera es que si una inversión obtiene una rentabilidad extraordinariamente elevada es porque tiene un riesgo extraordinariamente elevado. Y riesgo quiere decir que el cliente puede ganar mucho... pero también puede perder mucho dinero. Toda rentabilidad por encima de lo “normal” es una recompensa para quien asume un riesgo (en este sentido, los recientes descalabros de la bolsa han servido para que muchos de los que se creían infalibles inversores aprendieran esta lección que se ignora tan a menudo). Y cuando se prometen retribuciones excesivamente altas y seguras -es decir, sin riesgo-, es que hay gato encerrado.

La segunda lección es que, para que la economía funcione bien, es necesario que la sociedad pueda confiar en su gobierno cuando éste se compromete a supervisar los mercados. Y si no se ve capaz de hacerlo bien, mejor que no lo haga. Pero si el gobierno quiere jugar a ser supervisor, deberá restablecer la confianza en la CNMV, y para ello habrá que investigar hasta el final y castigar a todos los que hayan infringido las leyes, sean del PSOE o del PP, trabajen en el ministerio o en la propia CNMV, lleven sotana, tricornio o palo de ciego.

Por cierto, de lo que dice la Biblia de “restituir aquello que robó por entero a aquel a quien pertenece”, nada de nada. Hace muchos días que el dinero descansa, tranquilo, en un paraíso fiscal al cual viajará Camacho una vez haya cumplido una irrisoria condena. La canción “Amanece” de Jaime Morey vuelve a resultar sugestiva: “Yo sé de un lugar, a través del mar, donde el día brilla más cuando amanece”. Descartada Suiza por falta de mar, la pregunta es: ¿se refería a Panamá o a Bahamas? Se aceptan apuestas.

Search

Banner