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01 June 2000
Liberalizar sin liberalizar no es liberalizar
Mass media - Articles XSM
Revista Públic
  
 

Tags: Capitalism

El debate sobre la liberalización de horarios comerciales vuelve a estar de actualidad.  Parece que, al no necesitar a sus exsocios de CIU (tradicionales defensores y protectores de la pequeña y mediana empresa), el gobierno del PP de Madrid se ha decidido a introducir nuevas medidas que tiendan a liberalizar los horarios comerciales.

A pesar de que, a menudo, la discusión se centra sobre si los comerciantes, los empresarios o los trabajadores de las pequeñas empresas salen más o menos perjudicados por determinadas políticas y regulaciones, lo primero que se debe analizar es si la liberalización beneficiará o no al consumidor. Al fin y al cabo, si bien unos son grandes empresarios, otros son pequeños comerciantes y otros somos trabajadores, al final del día todos somos consumidores (y esto se ve con diáfana claridad cuando vemos a pequeños comerciantes del sector de la ropa hacer sus compras de productos alimenticios en las grandes superficies).

En principio, la lògica del mercado y de la libertad individual está de parte del gobierno y de las grandes superficies:  si un comprador y un vendedor deciden intercambiar servicios y mercancías a la hora que más les conviene, )quien és el gobierno para impedirlo? )No deberían los ciudadanos –es decir, los consumidores- de un pais tener la libertad de ir a comprar el día y a la hora que más les conviene?

El argumento se hace todavía más poderoso si tenemos en cuenta que la incorporación de la mujar al mundo laboral ha roto la división de trabajo que había tradicionalmente en el seno familiar: cuando la mujer (que antes no trabajaba en la fábrica, la oficina o el banco y se encargaba de hacer las compras mientras el marido se iba a trabajar) decide ponerse trabajar fuera del hogar, ni ella ni él pueden ir ya de compras durante las horas de trabajo. Muy a menudo, la solución la encuentran yendo a comprar juntos los sábados por la mañana a unos super o hípermercados, donde se encuentran a todas las demás parejas de la ciudad que se enfrentan al mismo problema:  la masificación, las colas, el mal humor y la pérdida de una mañana de fiesta son el precio que muchas familias consumidoras deben pagar por la falta de liberalización comercial.  La libertad de horarios beneficiaría, pues, al consumidor, no tanto porque las grandes superficies pueden ofrecer más variedad de productos a precios más competitivos, sino por la comodidad de poder comprar a la hora que a uno más le conviene.

También tienen parte de razón el gobierno y las grandes superficies cuando dicen que el mayor volumen de negocio les permite a ellos ofrecer una variedad más amplia de productos a precios inferiores, por lo que una liberalización de horarios que permita a los consumidores acceder a los grandes locales más a menudo, también beneficiará a éstos al permitirles comprar a mejores precios. Este argumento solamente es parcialmente cierto dado que los pequeños comercios ofrecen otras ventajas, entre las que destacan un trato más directo y la cercanía de la tienda al hogar.

Una vez dicho esto, hay que recordar el gobierno debe velar para que todas las empresas compitan en igualdad de condiciones. Y en este sentido, mucho me temo que la liberalización de los horarios va a perjudicar seria e injustamente a los pequeños comerciantes si antes no se liberalizan otros aspectos de la economía como el mercado laboral.  Por ejemplo, imaginemos que para abrir los domingos por la mañana, las empresas deben contratar un 20 por ciento más de trabajadores.  Para un comercio pequeño, este 20 por ciento sería uno o dos trabajadores durante cuatro horas, cuatro domingos al mes.  Para una gran superficie de 200 trabajadores, un aumento del 20 por ciento representa la contratación de 40 trabajadores adicionales.  Dado que las leyes de contratación laboral permiten contratar sin mucha dificultad a 40 trabajadores pero dificultan sobremanera la contratación a tiempo muy parcial, el pequeño comercio no podrá abrir los domingos mientras que la gran superficie si.  La pequeña empresa va a perder, en consecuencia, una parte importante de las ventas semanales.  Y no será porque produce un mal producto a un precio demasiado elevado (perder por este motivo sería una cosa buena desde un punto de vista de eficiencia económica), sino porque el gobierno habrá liberalizado los horarios comerciales sin liberalizar previamente el mercado laboral, lo cual le ha impedido compitetir en igualdad de condiciones.  En este sentido, pues, la libertad de horarios generará grandes e injustas pérdidas en un sector que, si se le tratara en términos de igualdad, podría ser competitivo. 

Un aspecto que se debe tener en cuenta es que la liberalización de horarios no va a generar un volumen de negocio mucho mayor que el actual:  la cantidad de litros de leche o de kilos de carne que cada familia va a comprar a la semana va a seguir siendo la misma. La única pregunta es si la venta la va a hacer la tienda de la esquina, el supermercado del barrio o el hípermercado situado a las afueras de la ciudad. Dicho de otro modo, lo que salgan ganando los hipermercados va a ser más o menos equivalente a lo que salgan perdiendo los pequeños comercios.  Esta apreciación nos lleva a la conclusión que va a ser muy difícil encontrar una solución que satisfaga a todos los implicados por lo que la decisión va a tener que ser básicamente política: el grupo que sea capaz de generar mayor presión política (y no el que presente mejores razonamientos económicos) va a ser el ganador de la batalla de los horarios comerciales. 

Ah! Por cierto, todo este debate puede acabar siendo inútil dado que la introducción de las nuevas tecnologías hará que todos estemos funcionando 24 horas al día... diga lo que diga la regulación del gobierno.

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