Si un país no tiene claras sus prioridades, sus líderes políticos no pueden tomar decisiones inteligentes. Sin prioridades claras no se puede decidir racionalmente qué hay que recortar y qué hay que mantener. Sin prioridades claras no se pueden tener objetivos de largo plazo. Sin prioridades claras no se puede diseñar el futuro.
Uno de las leyes fundamentales de la ciencia económica es que “nada es gratis”. Todo tiene su coste: siempre, para conseguir algo, uno tiene que sacrificar alternativas. Si un individuo va al fútbol, no puede ir al cine al mismo tiempo. Si una familia gasta su dinero en un coche, no puede dedicar ese mismo dinero a ir de vacaciones. Si una empresa dedica sus recursos a producir pollos, no puede utilizar esos mismos recursos a producir libros. Si un gobierno gasta su dinero en mantener un ejército gigante, no tiene recursos para mantener un estado del bienestar generoso. Todos los individuos, familias, empresas y estados de una sociedad se enfrentan a disyuntivas que requieren decisiones. Y para tomar decisiones inteligentes los decisores necesitan tener sus prioridades claras.
Las prioridades pertenecen al reino de los valores, que es un mundo previo al de la economía. Una vez están establecidos los valores, los economistas podemos ayudar a pensar sobre qué decisiones tomar. Pero sin valores, la decisión inteligente es muy complicada. De hecho, es imposible.
Por ejemplo, una de las disyuntivas más importantes a las que se enfrenta una sociedad es la de si debe alinear sus políticas para que el país sea más eficiente o más equitativo. Una sociedad más eficiente es la que obtiene más producto a partir de unos recursos dados. Una sociedad más equitativa es aquella que reparte sus beneficios de una manera más igualitaria. El problema es que a veces ser más equitativo implica ser menos eficiente: ser más equitativo puede requerir poner impuestos mucho más altos a los más ricos y eso puede acabar reduciendo la eficiencia total (porque los ricos dejan de invertir y se van a otros países o simplemente se van de vacaciones porque piensan que no les compensa invertir sus rentas) haciendo que el país sea mucho más pobre. ¿Debemos ser más eficientes o más equitativos? ¿Hasta qué punto debemos sacrificar lo uno para conseguir lo otro? La respuesta depende de los valores que tenga una sociedad. Si los valores de uno solo dan importancia a la equidad (como la Unión Soviética), uno acaba consiguiendo una sociedad igual... pero tan poco eficiente que al final quiebra. Si uno solo pone énfasis en la eficiencia (como... bien, no conozco ningún país que no tenga impuestos progresivos, pero si lo hubiera, seguramente sería eficiente pero sus rentas finales serían menos equitativas). En cualquier caso, lo cierto es que si uno no tiene muy claro hasta qué punto valora lo uno o lo otro, uno no va a poder decidir qué impuestos implementar, qué tipos impositivos deben haber para cada impuesto, qué tipo de servicios deben ser pagados por el contribuyente y qué servicios por el usuario.
Pero incluso el concepto de equidad está lejos de ser claro. Imaginen que en un país hay dos personas, A y B. La señora A gana 100.000 euros y paga 10.000 euros de impuestos (el 10%). El señor B gana 20.000 euros y paga 3.000 de impuestos (15%). ¿Es equitativa esta situacióm? A paga una cantidad más alta aunque pague un porcentaje más bajo. ¿Es eso justo? ¿O para ser equitativo A tiene que pagar una cantidad y un porcentaje más elevado que B? ¿Qué pasaría si A pagara 16.000 euros (el 16%)? En este caso A pagaría una cantidad superior y un mayor porcentaje que B pero, ¿sería suficiente para ser equitativo? ¿Es 16% suficientemente más alto que 15% para ser equitativo? Si no, ¿qué tipo impositivo para A es suficientemente alto para poder decir que es equitativo? Si decidimos que, con B pagando el 15% de su ingreso, lo equitativo es que A pague un 30%, ¿qué pasaría si al gobierno se le va la mano de los impuestos y le carga el 45%? ¿Llega un punto en que un la redistribución es "injusta" porque el rico p paga "demasiado"? ¿O eso no puede pasar nunca (es decir, exprimir un poco más a los ricos siempre es justo aunque les acabemos expropiando el 100% de lo que ganan? Ah! ¿E importa el origen de las rentas de A y B? La respuesta de todas las preguntas anteriores, ¿depende de si A y B han heredado una gran fortuna, la han ganado en la lotería o han hecho su dinero a través del esfuerzo, el estudio y el trabajo?(*) Les debo confesar que los economistas no tenemos una respuesta clara a ninguna de esas preguntas porque las respuestas residen en el campo de los valores y los valores son necesarios para los economistas pero no son algo que los economistas puedan decidir. Pero igualmente les debo confesar que es imposible tomar decisiones si uno no tiene claros esos valores. He ahí la importancia de las prioridades.
Si uno no tiene claras sus prioridades, cuando llega el momento de estrecharse el cinturón como pasa ahora en España, ¿cómo puede uno decidir si recorta la educación, la sanidad, la seguridad, la justicia, la defensa, la inversión, la investigación, la modernización, la comunicación, el entretenimiento, el medioambiente, la información, la pensión, el crecimiento, el consumo, la reelección, la redistribución, la protección animal, la cultura, la protección social, la inmigración, la religión, la financiación, la igualdad, la equidad, la administración funcionarial, la eficiencia, la exportación, el turismo, el ocio, el deporte, la prevención de accidentes, o cualquier de las otras mil tareas de las que se encarga ahora mismo el estado? Si les preguntamos a los que trabajan o de alguna manera se benefician de esos sectores, TODOS van a decir que ellos son los más importantes de la sociedad. Lo vemos estos días, cada día, en la televisión. Los interesados se manifiestan, se quejan, hacen presión, cortan carreteras, etc., para demostrar que ELLOS tienen PRIORIDAD sobre los demás y deben ser los últimos en ser recortados. ¿Pero qué piensa el resto de la sociedad?
O una pregunta más básica: teniendo en cuenta los ejemplos de los impuestos que he puesto más arriba, ¿cómo se puede decidir, si uno no tiene prioridades, qué impuestos se deben subir para recaudar más? ¿Se debe subir más el IVA o el IRPF? ¿Si es el IRPF, más el de los ricos, los pobres o el de las clases medias? ¿Existe un punto a partir del cual se podrá decir que los ricos pagan demasiado? ¿O los ricos siempre son susceptibles de pagar más? ¿E importa el origen de su riqueza? ¿Importa si su riqueza es heredada, proviene de la lotería o ha sido construida por ellos mismos? ¿Importa si han conseguido su dinero inventando algo que nos ha beneficiado a todos -como programas de ordenador o redes sociales- o simplemente se han dedicado a explotar un pozo de petróleo?
Yo, de verdad, no tengo respuesta (objetiva) a esas preguntas. Tengo mi opinión, pero es subjetiva. Como todas las opiniones. Pero como yo no debo tomar decisiones mi opinión no es importante. Lo importante es que quien debe tomar decisiones, EL GOBIERNO, tampoco las tiene. Y ese es un grave problema. Porque cuando uno no tiene las prioridades claras, acaba tomando decisiones basándose en criterios poco razonables como las demostraciones de poder (es decir, se beneficia a los que tienen capacidad de cortar el tráfico en horas punta, a los que pueden hacer huelga el día antes de las vacaciones o los que pueden hacer presión la semana antes del congreso de telefonía móvil). O se toman decisiones basándose en la “tradición”. Por ejemplo, todo el mundo está de acuerdo en que los pensionistas se deben pagar su comida... pero muchos se quejan vehementemente cuando se sugiere que se paguen los medicamentos. ¿Por qué los medicamentos deben ser pagados por el estado y los alimentos no? ¿No son igual de básicos? ¿O por qué todo el mundo acepta que el metro o el autobús deben ser pagados por el usuario, pero la gente se queja de los peajes de las autopistas? ¿O por qué aceptamos que la gente pague el precio justo por la gasolina pero no por la electricidad -de ahí el brutal déficit tarifario? ¿O que pague el precio de coste cuando estudian un máster pero no cuando estudian la carrera? ¿O que pague el precio de coste para hacer una llamada telefónica pero no para enviar una carta -de ahí el déficit de Correos? La verdad es que no hay ninguna razón objetiva. Lo único que pasa es que hace años que lo hacemos así y cambiarlo parece una locura. Por eso a veces he sugerido "empezar desde cero" en lugar de pensar en "recortar desde lo que tenemos ahora". Si empezáramos desde cero y construyéramos el estado de manera racional: ¿qué servicios públicos tendríamos, a cuántos funcionarios, cuántas infraestructuras construiríamos? Fijaos que esto solo es un mecanismos que nos ayuda a priorizar.
Lo peor de todo es que, cuando no se tienen prioridades, a veces se toman decisiones basándose en lo que uno dijo cuando estaba en la oposición (como no reducir los salarios, las prestaciones de sanidad o el coste de los medicamentos de los funcionarios simplemente porque cuando el anterior gobierno lo hizo uno se comportó como un demagogo). O, incluso peor, se toman con criterios particulares y no con atención a los valores del conjunto: criterios como el “mejorar las probabilidades de reelección” o el “favoritismo a familiares, miembros del partido y mascotas” aparecen como criterios de priorización.
Todo esto lo explico porque ESE es el gran problema de España: no tiene claras sus prioridades. El estado tiene tanta grasa que se puede recortar mucho sin recortar lo esencial. Pero para ello se necesita tener claro lo que es prioritario España tiene los ingredientes para volver a la senda de crecimiento pero para ello hay que reformar y para reformar se necesita tener claro lo que es prioritario. El primer paso para solucionar los graves problemas económicos de España es decidir las prioridades. Una vez estén establecidas, va a resultar sencillo decidir qué es lo que se debe recortar, hacia donde hay que ir o cómo construir el futuro. Mientras no se haga, se van a poner parches que NO solucionarán el problema de fondo y se va a ir perdiendo, poco a poco, la credibilidad ante los socios europeos y ante los acreedores que verán que España sigue siendo el país de Zapatero: un país sin rumbo, sin criterio y sin capacidad de decisión.
(*) Una tuve un profesor que decía que las diferencias de notas en las clases eran injustas porque reflejaban desigualdades sociales. Y nos dijo el primer día que nos pondría a todos un aprobado. Y así lo hizo. Lógicamente, el esfuerzo para hacer las cosas bien fue mínimo y todos acabamos aprendiendo muy poco (con lo cual, se perdió toda la eficiencia). Pero eso no fue lo peor. Lo peor es que lo que hizo fue injusto: más igualdad no necesariamente refleja más justicia. Lo justo es que las notas reflejen el talento y el esfuerzo.