El análisis económico que algunos han hecho de la visita del Papa a Madrid nos muestra una de los errores más comunes cometidos por los defensores del gasto público. Es la llamada “falacia de composición”: lo que es cierto para una de las partes no es cierto para el todo. Los defensores de la visita del Papa y de los subsidios públicos a dicha visita apuntan que la actividad económica generada por los cientos de miles de visitantes se estima en cientos de millones de euros. Por lo tanto, concluyen, la visita ha sido buena y el gasto público que se ha tenido que hacer para que esa visita tuviera éxito han sido beneficiosos para España en un momento de crisis. Este argumento es un error. Es verdad que la comunidad de Madrid (y más concretamente los alrededores de las zonas visitadas por el Papa) se han beneficiado de los gastos de los feligreses que fueron a ver al Papa. Pero eso no quiere decir que España en su conjunto se haya beneficiado. Uno debe preguntarse, si no hubiera habido Papa, ¿esos mismos feligreses hubieran gastado dinero? ¿Donde hubieran gastado ese dinero? ¿Y cuanto dinero hubieran gastado? Si el Papa no hubiera ido a Madrid todos esos feligreses hubieran estado en la Costa Valenciana o en las playas de Santander. Y allí también hubieran tenido que desayunar, comer y cenar cada día. A lo mejor incluso hubieran gastado más porque en Vacaciones uno tiende a tener mayor dispendio que cuando se dedica a actividades religiosas. Por lo tanto, lo que ha hecho la visita del Papa no ha sido generar más actividad económica sino desviar la actividad desde Santander o Valencia a Madrid. Lo que es cierto para una parte (el gasto en Madrid subió), no es cierto para el todo (el gasto en el conjunto de España aumentó debido a la visita). El argumento de que el gasto público en la visita Papal estaba justificado porqué generó actividad económica nueva, pues, cae por su propio peso. Su peso y el peso de la falacia de composición.