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07 January 2013

Transgénicos: un peligroso ejemplo de colonialismo intelectual

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El principal reto al que nos enfrentamos hoy en día es que vamos a tener que alimentar a 9.500 millones de personas en 2050 con aproximadamente la misma superficie de tierra que usamos hoy, utilizando cantidades limitadas de fertilizantes, agua y pesticidas.

No basta con sentarse y esperar que la innovación tecnológica resuelva nuestros problemas. Tenemos que ser mucho más estratégicos. Tenemos que asegurarnos de que la innovación tecnológica se mueve mucho más rápidamente, y en la dirección correcta para bien de aquellos que más lo necesitan.

Cuando Paul Ehrlich publicó The Population Bomb, en 1968, escribió: "La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década de los setenta,cientos de millones de personas morirán de hambre independientemente de cualquier programa de choque que se emprenda ahora". Y su consejo fue explícito: “en los países irremediablemente perdidos como la India, la gente podría morir de hambre, quizá sea mejor que la gente muera antes (porqué morirán igualmente) por lo que la ayuda alimentaria debería ser eliminada para reducir el crecimiento de la población”!!!

Si se hubiera hecho caso de Ehrlich, cientos de millones de personas habrían muerto innecesariamente... porqué durante la siguiente década la desnutrición se redujo drásticamente, y la India se convirtió en autosuficiente en alimentos, gracias a Norman Borlaug y su Revolución Verde.

Es importante recordar que Borlaug estaba tan preocupado por el crecimiento demográfico como Ehrlich. La diferencia es que él intentó hacer algo algo al respecto. Él era un hombre pragmático, que creía en hacer lo que era posible, pero también era un idealista, que creía que todo el mundo merece tener lo suficiente para comer.

¿Qué hizo Norman Borlaug? Miró hacia la ciencia y la tecnología. Los seres humanos son una especie que hace herramientas: desde la ropa hasta los arados, pasando por la tecnología, es lo que nos distingue principalmente de otros simios. Y gran parte de este trabajo se centró en el genoma de los principales cultivos domésticos: si el trigo, por ejemplo, fuera más corto, se podría poner más esfuerzo en las semillas que en los tallos, cosa que mejoraría el rendimiento del grano y los costes de almacenamiento se minimizarían.

Antes morir en 2009, Borlaug pasó muchos años haciendo campaña en contra de aquellas personas que por motivos políticos e ideológicos se oponen a la innovación en la agricultura moderna: "Si los opositores logran detener la biotecnología agrícola, podría precipitar las hambrunas y la crisis de la biodiversidad mundial que ellos mismos han estado prediciendo desde hace casi 40 años".

Y, gracias a las campañas medioambientales que se hacen desde los países ricos, estamos peligrosamente cerca de esa predicción ahora mismo. La biotecnología no se ha detenido, pero se ha hecho prohibitivamente cara para todos, excepto para las empresas más grandes.

Hoy en día cuesta decenas de millones de dólares conseguir que los sistemas de regulación en los distintos países aprueben un nuevo cultivo. De hecho, las últimas cifras de CropLife sugieren que cuesta 139 millones e dólares conseguir comercializar un nuevo cultivo una vez ya ha sido descubierto: los códigos abiertos (open source) o la biotecnología del sector público en realidad no tiene ninguna posibilidad.

Hay aquí una ironía deprimente y es que los activistas anti-biotecnología se quejan de los cultivos transgénicos solo los comercializan las grandes empresas. Es una ironía porqué ellos son los principales responsables de que eso sea así!

En la UE, el sistema se encuentra en un punto muerto ya que muchos de los cultivos transgénicos han estado esperando su aprobación durante más de una década y muchos están encallados permanentemente por culpa de las retorcidos políticas nacionales de lucha contra la biotecnología en países como Francia y Austria. En todo el mundo el retraso regulatorio ha aumentado a más de 5 años y medio ahora (era de 3,7 años en 2002). La carga burocrática que está empeorando.

Francia, recordad, se negó durante mucho tiempo a aceptar la patata porque era una importación americana. Como un comentarista dijo recientemente, Europa está al borde de convertirse en un museo de alimentos. Los bien alimentados consumidores están cegados por la nostalgia romántica por la agricultura tradicional del pasado. Debido a que tenemos suficiente para comer, podemos darnos el lujo de disfrutar de nuestras ilusiones estéticas.

Pero, al mismo tiempo, el crecimiento de los rendimientos a nivel mundial se ha estancado para muchos cultivos alimentarios importantes, como demuestra la investigación publicada el mes pasado por Jonathan Foley y otros en la revista Nature Communications. Si no conseguimos volver a poner en marcha el crecimiento de la productividad alimentaria entonces sí que vamos a tener problemas para mantener el ritmo de crecimiento de la población y la demanda resultante, y los precios subirán, y la cantidad de tierra natural que deberá convertirse a usos agrícolas deberá aumentar.

Citando de nuevo a Norman Borlaug: "Ahora me dicen que el mundo tiene la tecnología - ya sea disponible o en fases muy avanzadas de investigación - para alimentar de manera sostenible a una población de 10 millones de personas. La pregunta más pertinente hoy en día es si a los agricultores y ganaderos se les permitirá el acceso a esta nueva tecnología. Mientras que las naciones ricas se pueden permitir adoptar posiciones de bajo riesgo y pagar más por alimentos producidos por los métodos llamados "orgánicos", los mil millones de personas que sufren desnutrición crónica en los países pobres no lo pueden hacer".

Como decía Borlaug, tal vez el mito más pernicioso de todos es que la producción orgánica es mejor, ya sea para las personas o el medio ambiente. La idea de que es más saludable ha sido desmentida repetidamente en la literatura científica. También sabemos por muchos estudios que lo orgánico es mucho menos productivo, con rendimientos de hasta un 40-50% inferiores en términos de superficie. La Soil Association, en un informe reciente sobre la alimentación orgánica en mundo, se esforzó muy mucho por no hablar de esta brecha de productividad.

Tampoco se menciona en ese estudio que, si se tiene en cuenta los efectos de desplazamiento de la tierra, la agricultura orgánica también es probablemente peor para la biodiversidad. En lugar de hablar de eso, habla de un mundo ideal donde los occidentales comen menos carne y menos calorías en general para que las personas en los países en desarrollo pueden tener más. Esto no es más que un simplista sinsentido.

Si lo piensas bien, el movimiento orgánico es, de hecho, un movimiento “rechacionista”. No acepta, como principio, muchas de las tecnologías modernas. Al igual que los Amish en Pensilvania, que congelaron su tecnología con el caballo y el carro en el año 1850, el movimiento orgánico esencialmente congela su tecnología en algún momento alrededor de 1950, ¡y sus razones no eran mejores que las de los Amish!

Y ni siquiera aplica esta idea consistentemente. Leí en un número reciente de la revista Soil Association que para ellos está bien destruir las malas hierbas con lanzallamas o freírlas con corrientes eléctricas, pero los herbicidas benignos como el glifosato son un no-no, ya que son "productos químicos artificiales”.

En realidad no hay ninguna razón en absoluto por la qué evitar los productos químicos sea mejor para el medio ambiente. De hecho, todo lo contrario. Las investigaciones recientes de Jesse Ausubel y sus colegas de la Universidad Rockefeller estimó cuanta tierra adicional tendrían que cultivar los agricultores indios hoy si tuvieran que usar la tecnología de 1961 y tuvieran que producir lo que producen hoy. La respuesta es 65 millones de hectáreas: un área del tamaño de Francia.

En China, los productores de maíz han ahorrado 120 millones de hectáreas, un área dos veces el tamaño de Francia, gracias a las modernas tecnologías para conseguir un mayor rendimiento.

A escala global, entre 1961 y 2010, la superficie cultivada creció en un 12%, mientras que kilocalorías por persona aumentó desde 2200 hasta 2800. Así que incluso con tres mil millones de personas más, todo el mundo todavía tenía más que comer gracias a un aumento de la producción de 300% en el mismo período.

¿Cuánto de la tierra en todo el mundo se libró en el proceso gracias a estas mejoras espectaculares en los rendimientos en las que los químicos han jugado un papel crucial? La respuesta es de 3.000 millones de hectáreas, o el equivalente a dos Américas del Sur. No habría quedado ninguna selva amazónica sin esta mejora en los rendimientos. Tampoco habría tigres en la India o orangutanes en Indonesia. Es por eso que no sé por qué muchos de los que se oponen al uso de la tecnología en la agricultura se autodenominan medioambientalistas.

¿De dónde viene toda esta oposición, pues? Parece que hay una creencia generalizada de que la tecnología moderna es igual a más riesgo. En realidad, sin embargo, hay muchas maneras naturales y orgánicas de enfermar y morir prematuramente como quedó demostrado con la debacle de los brotes de soja orgánicos de Alemania en 2011. Esa fue una catástrofe de salud pública causada por el E-coli, probablemente proveniente de estiércol animal orgánico importado de Egipto causó el mismo número de muertes y lesiones que Chernóbil. En total, 53 personas murieron y 3.500 sufrieron insuficiencia renal grave. ¿Y por qué estos consumidores habían elegido productos orgánicos? Pues porque pensaron que era más seguro y más sano, y estaban más asustados de riesgos enteramente triviales de los pesticidas químicos y fertilizantes altamente regulados.

Si analizamos esa situación sin perjuicio, gran parte del debate, tanto en términos de anti-transgénicos y orgánicos, se basa simplemente en la gran falacia naturalista: la creencia de que lo natural es bueno, y lo artificial es malo. Esto es una falacia porque hay un montón de venenos totalmente naturales y de maneras de morir, como los familiares de los que murieron de envenenamiento por E. coli-te pueden atestiguar.

La falacia naturalista es elevada por los defensores de lo orgánico a principio rector esencial para todo el movimiento. Esto es irracional y debemos hacer algo mejor. Se lo debemos a la tierra y a nuestros hijos.

Todo esto no quiere decir que la agricultura ecológica no tiene nada que ofrecer: hay muchas buenas técnicas que se han desarrollado, como los cultivos intercalados y “companion planting”, que pueden ser ambientalmente muy eficaces, aunque tienden a ser altamente intensivas en trabajo. Los principios de la agroecología como reciclaje de nutrientes y la promoción de la diversidad en la granja también deben ser tomadas más en serio en todas partes.

Pero lo orgánico impide el progreso cuando se opone a la innovación. Usando de nuevo a los transgénicos como ejemplo más obvio, muchos cultivos transgénicos de tercera generación permiten no utilizar productos químicos que dañan el medio ambiente debido a que el genoma de los cultivos en cuestión ha sido alterado para que la planta puede protegerse de las plagas. ¿Por qué eso no es orgánico?

Lo orgánico también obstruye cuando se utiliza para limitar elección de los demás. Uno de los más comunes argumentos en contra de los transgénicos es que los agricultores orgánicos serán "contaminados" con polen transgénico, y por lo tanto no se debe permitir que nadie lo use. De este modo, los derechos de una minoría adinerada prevalece sobre los derechos de todos los demás a utilizar cultivos mejorados que podrían beneficiar al medio ambiente.

Estoy a favor de un mundo de diversidad, pero eso significa que ningún sistema agrícola que crea tener el monopolio de la virtud, tenga como objetivo de excluir todas las demás opciones. Eo es especialmente cierto ese sistema nos encadena a viejas tecnologías que tienen mayores riesgos inherentes que lo nuevo. ¿Por qué no podemos tener una convivencia pacífica?

Parece que casi todo el mundo tiene que rendir homenaje a "lo orgánico" y cuestionar la ortodoxia es impensable. Pues bien: yo lo cuestiono aquí y hoy.

El riesgo más grande de todos es que no se aprovechemos todo tipo de oportunidades para la innovación por culpa de lo que, en realidad, es poco más que un prejuicio ciego. Voy a dar dos ejemplos que, lamentablemente, implican Greenpeace.

El año pasado Greenpeace destruyó una cosecha de trigo transgénico en Australia esgrimiendo sus ya tradicionales razones. Se trataba de una investigación financiada con fondos públicos realizada por el Instituto de Investigación Científica de la Commonwealth. Greenpeace estaba contra eso, a pesar de que era investigación pública, porque era transgénico y antinatural.

Lo que pocos saben que otro de los otros ensayos que estaban llevando a cabo, y que por suerte los activistas de Greenpeace no llegaron a destruir, accidentalmente encontró una manera de aumentar el rendimiento de trigo en un extraordinario 30%. Pensad: este conocimiento nunca se habría producido si Greenpeace huniera tenido éxito y hubiera destruido esa innovación. Como sugirió recientemente el presidente de la NFU Peter Kendall, esto es análogo a la quema de libros en una biblioteca antes de que nadie ha sido capaz de leerlos.

El segundo ejemplo proviene de China, donde Greenpeace logró desencadenar un pánico nacional a través de los medios de comunicación afirmando que dos docenas de niños habían sido utilizados como conejillos de indias humanos en un ensayo de arroz de oro ransgénico. Greenpeace no tuvo en consideración el hecho de que este arroz es más sano, y podría dar a miles de niños de vitamina A cuya deficiencia provoca miles de cegueras y muerte cada año.

Es más, como consecuencia del comunicado de prensa de Greenpeace los tres científicos chinos mencionados por el comunicado fueron perseguidos públicamente y desde entonces han perdido sus puestos de trabajo. En un país autocrático como es China, esos tres científicos corren un grave riesgo personal. A nivel internacional debido a un exceso de regulación, el arroz dorado ya ha estado en la estantería durante más de una década, y gracias a las actividades de grupos como Greenpeace nunca está disponible para los pobres con deficientes en vitamina A.

Esto, en mi opinión, es inmoral e inhumano: privar a los necesitados de algo que podría ayudarles a ellos y a sus hijos por culpa de las preferencias estéticas de los ricos que viven en países lejanos que no corren peligro de tener escasez de vitamina A  es inhumano. Greenpeace es una multinacional 100 millones de dólares al año, y como tal tiene responsabilidades morales al igual que cualquier otra gran empresa.

El hecho de que el arroz dorado fue desarrollado en el sector público como para el beneficio público parece que no tiene ninguna importancia para los antis.

Otro ejemplo, esta vez de Rothamsted Research. El año pasado Rothamsted inició los ensayos para una variante de trigo ytansgénico resistente al áfido que no necesita pesticidas para combatir esa plaga. Debido a que es transgénico, los antis estaban decididos a destruirlo. Pero no pudieron gracias a la valentía del profesor John Pickett y su equipo, quien, utilizando YouTube y los medios de comunicación, explicó al gran público la importancia de sus investigaciones y por qué no debían ser destruidas. Reunieron miles de firmas en una petición. Los antis también hicieron su petición pero solo consiguieron unos centenares de firmas. El intento de destrucción acabó fracasando. Un intruso logró escalar la valla. Y resultó ser el perfecto estereotipo manifestante anti-transgénico: un viejo aristócrata pijo con un largo historial de comportamientos incívicos.

Este activista de alta cuna dispersó semillas orgánicas de trigo por todo el campo, lo que probablemente era una declaración simbólica de naturalidad. No funcionó porqué el equipo del profesor de Pickett, me dicen, tenía una solución de muy baja tecnología para deshacerse de esos granos de trigo: ¡una aspiradora portátil inalámbrica!

Este año, además de repetir los ensayos de trigo, Rothamsted está trabajando en unas semillas oleaginosas de omega 3 que permitirían reemplazar a los salomnes salvajes por salmones de piscifactoria. Eso podría ayudar a reducir la sobrepesca, al permitir que materias primas terrestres fueran utilizadas en la acuicultura. Sí, eso es transgénico por lo que se espera que los antis se opongan a so también... a pesar de los evidentes beneficios ambientales potenciales en términos de biodiversidad marina.

Yo no sé vosotros, pero yo ya estoy harto. Mi conclusión es muy clara: ¡el debate sobre los transgénicos ha terminado! ¡Se acabó! Ya no necesitamos discutir más sobre si es o no seguro: después de más de una década y media con tres billones de comidas transgénicas, no ha habido ni un solo caso confirmado de daño. Cada uno de nosotros tiene más probabilidades de ser golpeado por un asteroide que ser lastimados por los alimentos transgénicos. Más concretamente, las personas han muerto desde la elección orgánica, pero nadie se ha muerto por comer transgénicos.

Desde hace 10 años, Greenpeace y Soil Association dicen guiarse por el consenso científico cuando hablan de cambio climático. Ahora bien, en el tema de los transgénicos hay un consenso científico sólido, respaldado por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la Royal Society, los institutos nacionales de salud y academias de ciencia de todo el mundo y, sin embargo, esta verdad incómoda es ignorada porque entra en conflicto con su ideología.

Un último ejemplo es la triste historia de patata transgénica resistente al tizón. Fue desarrollada por el Laboratorio Sainsbury y Teagasc, un instituto financiado con fondos públicos en Irlanda, pero el Partido Verde irlandés, se oponía hasta el punto de llevar a cabo un proceso judicial en su contra.

Esto, a pesar de que la papa resistente al tizón ahorraría a los agricultores de hacer 15 vaporizaciones de fungicidas por temporada, que la transferencia de polen no es un problema porque las papas se propagan clonalmente y que el gen cambiado vino de un pariente silvestre de la patata!

Desarrollar una patata resistente al tizón en Irlanda, hubiera tenido una bonita resonancia histórica dado el millón o más personas, que murieron a causa de la hambruna de la patata a mediados del siglo 19. ¡Hubiera sido maravilloso que hubiera sido Irlanda el país que derrotó a tizón! Sin embargo, gracias al Partido Verde irlandés, esto no va a ser posible.

Y desafortunadamente los antis tienen ahora los burócratas de su lado. Gales y Escocia son oficialmente libres de transgénicos, tomando la superstición medieval  como imperativo estratégico para unos gobiernos supuestamente guiados por la ciencia.

Por desgracia, todo esto es muy similar en gran parte de África y Asia. India ha rechazado la berenjena Bt, a pesar de que podría reducir las aplicaciones de insecticidas en el campo, y los residuos en la fruta. El gobierno de la India es cada vez más esclavo de retrógrados ideólogos como Vandana Shiva, que idealizan la agricultura preindustrial a pesar del hecho histórico de que esa era una época de hambrunas repetidas y de inseguridad estructural.

En África, el 'no a los transgénicos´ sigue siendo el lema de muchos gobiernos. Kenia, por ejemplo, ha prohibido los alimentos transgénicos debido a los supuestos "riesgos para la salud" a pesar de que podrían ayudar a reducir la desnutrición que todavía está muy extendido en el país. Por cierto, la malnutrición es un riesgo demostrado para la salud, y para ello no es necesaria ninguna evidencia adicional. En Kenia, si usted desarrolla un cultivo modificado genéticamente que tiene una mejor nutrición o un mayor rendimiento para ayudar a los agricultores más pobres, entonces irá a la cárcel por 10 años.

Así, la innovación agrícola tan desesperadamente necesaria, está siendo estrangulada por una avalancha de regulaciones asfixiantes que no se basan en una evaluación racional científica del riesgo. El riesgo hoy no es que nadie se vaya a ver  perjudicado por los alimentos modificados genéticamente, pero que millones se verán perjudicados por no tener suficiente comida, porque una minoría de personas en los países ricos quieren que sus comidas sean lo que ellos consideran natural.

Pero las cosas pueden estar cambiando. La maravillosa Bill and Melinda Gates Foundation recientemente donó 10 millones de dólares al Centro John Innes para que comenzara a integrar las capacidades de fijación de nitrógeno en los cultivos alimentarios más importantes, a partir de maíz. Sí, Greenpeace, esto será transgénico. Pero si vamos a reducir el problema a escala global de la contaminación por nitrógeno y luego tener grandes plantas de cultivos que fijan su propio nitrógeno, es una meta digna.

Sé que es políticamente incorrecto decir esto, pero necesitamos una buena dosis caza-mitos a nivel internacional y una buena dosis de desregulación. Los agrónomos que conozco se llevan las manos a la cabeza cuando hablo de esto con ellos porque hay tantos gobiernos y tanta gente están radicalmente equivocados a la hora de evaluar los riesgos sobre este tema y, en consecuencia, cierran las puertas a a toda una serie de tecnologías tan vitalmente necesarias.

Norman Borlaug ha muerto, pero creo que le honoramos a él y a su visión cada vez que nos negamos a ceder a la ortodoxia políticamente correcta cuando sabemos que es incorrecta. Hay mucho en juego. Si seguimos cometiendo el mismo error, las perspectivas de vida de millones de personas se verán perjudicados.

Dicho todo esto, os reto a todos a cuestionar vuestras creencias en esta área y para mirar si esas creencias siguen en pie después de un examen racional. Pedid siempre la evidencia científica tal como recomienda el grupo Sense About Science, y aseguraos que vais más allá de los informes auto-referenciados que circulan cuando las ONGs llevan a cabo sus campañas.

Pero lo más importante de todo, los agricultores deben tener libertad para elegir qué tipo de tecnologías quieren adoptar. Los que piensen que las viejas costumbres son las mejores, que las usen. Están en su derecho.

Lo a lo que no tenemos derecho es a interferir a los que tienen la esperanza de hacer las cosas de manera distinta, y posiblemente mejor: los agricultores que entienden las presiones de una población creciente y un mundo que se calienta y que entienden que el rendimiento por hectárea es la métrica ambiental más importante, y que entienden que la tecnología nunca deja de desarrollarse, y que hubo un día en que incluso la nevera o la humilde patata fueron nuevas y aterradoras!

Así que mi mensaje al lobby anti-transgénico, desde los aristócratas británicos a de chefs famosos de Estados Unidos a los grupos campesinos de la India es la siguiente: ustedes tienen derecho a su opinión. Pero ya deberían saber a estas alturas que su opinión no está apoyada por la ciencia. Estamos llegando a una encrucijada, y por el bien de las personas y del planeta, ahora es el momento para que ustedes se aparten del medio y dejen que el resto de nosotros podamos alimentar al mundo mundo de manera sostenible.

Antes de que se me eche encima el movimiento ecologista de todo el mundo, el escrito que acabáis de leer no es mío. Es la transcripción de una parte de la conferencia que Mark Lynas hizo el dia 3 de enero en Oxford. Mark Lynas es un medioambientalista británico que hace pocos años lideró el movimiento anti-transgénico en toda Europa. Gracias a sus acciones como activista, muchos países europeos, asiáticos y africanos han adoptado medidas legales y regulatorias contra los transgénicos, unas medidas a las que se opone en el discurso que acabo de transcribir. Mark Lynas saltó a la fama cuando en 2001 lanzó un pastel a la cara del medioambientalista danés, Bjorn Lombord , que defendía muchos de los postulados que hoy defiende él.

Si queréis escuchar el discurso de la voz del propio Lynas, lo podéis encontrar aquí. Si escucháis el discurso, no os pedáis las primeras frases donde Lynas pide perdón por sus actos del pasado, cuando atacaba a los transgénicos irracionalmente y sin tener en cuenta lo que dice la ciencia sobre el tema.

Desde mi punto de vista, lo más grave del discurso de Lynas es que pone de relieve el colonialismo intelectual y comercial que los europeos imponemos a los países pobres donde las hambrunas todavía son frecuentes. Fijaos que, una i otra vez, Lynas habla de cómo los ricos europeos impedimos que Africanos y Asiáticos utilicen ciertas tecnologías. Muchos de ellos exportan productos agrícolas a Europa por lo que cualquier amenaza de que se podrían cerrar los mercados europeos es una amenaza seria con la que no pueden jugar, pero que acaba teniendo consecuencias catastróficas.

He posteado este discurso por su contenido porque relata una interesante conversión.

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INTRODUCTORY NOTE

Starting January 30, 2012, I decided to put the random (economic) thoughts that I was posting on Facebook, in a blog. In this site you will be able to read all Facebook notes going back to 2008, (without my Friend’s comments, unfortunately), but we will only maintain the new thoughts. If you want to check out the old comments, they are still posted on Facebook. If you want to comment on them, you have two options (1) Become a Facebook Subscriber. Since all the posts will also appear in Facebook, you will be able to comment there. (2) Comment on Twitter, as each post will also be announced in Twitter.

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